17 de septiembre de 2013

Sin lágrimas en el embarazo



De la novela Epilogue, de Anne Roiphe, recuerdo un párrafo en particular donde hablaba de lo sencillo que le había sido siempre llorar con emociones sencillas. Un anuncio en el que un niño corría a los brazos de su padre, los finales felices de las películas o uno triste era suficiente para que las lágrimas acudieran a sus ojos. Sin embargo, cuando a su marido se le detuvo el corazón y falleció, eso también paró; ya no podía llorar. Su conclusión, entonces, fue que brotaban cuando la situación que las atraía era ficticia. Pero cuando se trata de una absoluta realidad, el organismo que conecta corazón, cerebro y lágrimas se bloquea; no fluye.

Yo también soy de las que lloran con los finales tristes y felices. Romántica, emocional, sensible y todos los adjetivos que casan con esos a los que el sentimiento les pierde, me quedan como un guante. Pero, curiosamente, cuando estaba embarazada, fui al cine con mi amiga a ver Mother and Child, un verdadero drama con el que no derramé ni una lágrima. Ella, sin embargo, agotó sus pañuelos y los míos. Qué raro, pensé entonces. Y no fui la única, mi amiga también estaba perpleja.

Realmente no era que no sintiera nada al ver aquellas escenas, no es que no me pusieran tristes; supongo que sí, pero me sentía algo anestesiada frente al drama. Una vez nació Teo, todo volvió a lo de antes, diría que peor. Ahora me emociono incluso más fácilmente, hasta el punto de sentirme ridícula en ocasiones. Teo consiguiendo construir una frase; un desayuno en familia con música de fondo; un beso robado; un final feliz; uno triste; una vista bonita; el agradecimiento de otra persona; varios puestos de flores juntos. No todos me llevan hasta las lágrimas, pero sí me conmueven; y la lista es mucho más larga.

La capacidad de emocionarme, me hace sentir viva. El instante de emocionarme, limpia mi alma. Sí, un torrente de agua a presión que arrastra las preocupaciones y los absurdos, propios del hecho de ser humana.



Si Anne Roiphe cerró compuertas cuando perdió a su marido, y yo cerré las mías cuando esperaba a Teo, me preguntó cuál es la relación. Una por vacío, otra por lo contrario. ¿Tal vez un shock imperceptible de saber, sin saberlo, que ya nunca más seríamos la misma persona que éramos hasta entonces?

¿Qué se os ocurre a vosotros/as? Me intriga esta conversación. ¿Os ha pasado alguna vez esto de quedaros sin lágrimas? 



(Imágenes originales via Pinterest de Attie y de Amanda)

3 comentarios:

  1. Yo soy como Anne Roiphe, lloro más fácilmente con lo ficticio que con lo real. No es que ésto no me conmueva, es que creo que uso la emoción al ver algo ficticio para "limpiar" lo que no me gusta y que tengo dentro.
    Rara vez me verás llorar en un entierro, a lo mejor alguna lágrima, sin embargo. con una enfermedad o una muerte en el cine puedo gastar un paquete de pañuelos, no sé por qué me pasa esto, pero es así.
    Lo mismo me ocurre con las emociones felices, lloro con una película de amor, pero no lloré en mi boda, por ejemplo, y tampoco cuando nació Peque. En ambos casos estaba muy feliz y emocionada, pero no brotó ni una lágrima de mis ojos.
    En lo que sí coincido contigo es en que, desde que soy madre, soy más sensible. Cualquier cosa bonita, por pequeña que sea o insignificante que parezca, me emociona. Y al igual que tú, aunque no lloré cuando Peque nació, sí que se me ha caído alguna lágrima simplemente al mirarle o cuando veo que hace algún logro nuevo.
    Muy curioso el tema este de las emociones, gracias por plantearlo.

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  2. Ufff. Yo lloré lo indecible en mi primer embarazo.
    Aún se me ponen los pelos de punta cuando recuerdo dos momentos particulares. El primero a los tres meses de embarazo. Una amenaza de aborto que me dejó 15 días casi paralizada hasta el punto de no querer ni hacer pis para no ver lo que podía ser un síntoma. ¡¡¡Horrible!!!. Afortunadamente todo marchó bien y quedó en un susto.
    El segundo, cuando viví la riada aquel 31 de marzo de 2002. Embarazadísima y en una situación complicada, aquella tarde me entraron los siete males y no paré de llorar. Por contra mi bebé fue una niña sonriente desde el primer momento. De esos bebés que sonríen sin mover la boca, que lo hacen con los ojillos...

    En el segundo embarazo todo lo contrario. Un embarazo de lo más normal que pasó volando y en cuyo último mes se me pidió reposo (menos mal que sólo me pidieron uno porque la bebé pesó 3,450 Kg). Pues ella si que fue llorona. Un bebé enfadón que lloraba con todas las ganas del mundo y que me tenía preocupada (mi marido aún me recuerda lo preocupada que estaba yo por enfrentarme a una niña triste). Jejejeje tendríais que conocerla ahora.

    Y si, comparto con vosotras el misterio de los ojos encharcados con sólo mirarlas.

    En fin... la sensibilidad extrema que viene y va para hacernos vivir intensamente unos períodos y relajarnos otros. ¡Viva la vida!.

    Saludos. Mabel.

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  3. A mí me pasa también que con los años lloro más fácilmente por cosas insignificantes y menos por las preocupaciones o situaciones serias. Por ejemplo, me emociono con las canciones más chorra, a lo mejor sólo porque me hacen feliz, y me recorre un escalofrío inexplicable. Lo imagino como un "depósito" de lágrimas que necesita vaciarse de vez en cuando y aprovecho sin querer los momentos agradables (y los vídeos bonitos, los anuncios tiernos o las sonrisas más dulces de mi hija) para abrir compuertas. Así en los momentos duros estoy más entera.
    Y es verdad que cuando lloro ese poquito, luego me siento fenomenal, agradecida, en paz.
    Un post muy interesante.

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