24 de septiembre de 2013

Hermanos y hermanas


Creo que fue hace un año más o menos, mis cuñados, Juan y yo charlábamos en la terraza de mis suegros sobre algo muy interesante...

Mi cuñada tiene una hermana; yo tengo un hermano; mi cuñado y Juan suman cuatro junto con sus dos hermanas. Tres casos distintos que nos dio para un buen rato de debate sobre cómo influye en nuestras vidas el hecho de ser hijo único, dos o familia numerosa. 

Todos aportamos a la conversación cómo habíamos pasado nuestra infancia, adolescencia y etapa adulta relacionándolo directamente con las vivencias junto a nuestros hermanos/as. Todo esto salió porque ambas parejas tenemos sólo un hijo de momento; ellos una niña. Entonces, a la hora de aumentar la familia (hipotéticamente), nos preguntábamos qué sería lo ideal para ellos: ¿un hermano del mismo sexo o distinto? Mi cuñada no se imaginaba habiendo crecido con un chico, defendía que haber crecido junto a Paula, mayor que ella, había sido un privilegio y un apoyo constante. Eran amigas y siempre, aún ahora, estaban la una para la otra sin excepción. Además, se complementan en caracteres (esto lo digo yo).

Los chicos, curiosamente, se apresuraron a decir que era tan bueno hermanas como hermanos. Sin embargo, les hicimos ver que la relación entre ellos dos no tenía nada que ver con la que mantenían con sus hermanas. Los pusimos en situación de no haberse tenido el uno al otro, de haber sido un único chico entre dos mujeres. ¿Creían entonces que su infancia y edad adulta hubiera sido exactamente igual? Tras pensarlo un poco, reconocieron que la clase de confianza que depositan el uno en el otro no es la misma con sus hermanas y son un apoyo del que no pueden prescindir.


Cuando era pequeña, nunca deseé tener una hermana. Sin embargo, ahora de mayor, y mirando atrás, no me hubiera importado tener tan cerca una chica de mi edad con la que hablar de todo. Hacemos hermanas a algunas amigas, pero me pregunto si será lo mismo. También si nuestra personalidad se forma de un modo u otro como consecuencia de esta circunstancia. A mi, por ejemplo, me cuesta un poco contar mis cosas, comunicar mis preocupaciones y, a veces, acabo revelándolas a quien no debo porque si no lo suelto entonces, siento que se anudará para siempre en algún lugar que luego no sabré identificar (Nota: voy corrigiéndolo, cada día a mejor, que ya soy mayorcita...). Tal vez, si hubiera tenido una hermana, sería menos ermitaña, me hubiera acostumbrado a contar y a no guardar secretos, y me sentiría más ligera de corazón. No lo se, pero en los años más difíciles, esos de inestabilidad propia de la juventud y cuando sentía mi casa medio vacía a pesar de estar llena, acabé buscando por necesidad otros métodos para sustituir esas charlas de desahogo.

¿Qué pensáis sobre esto? ¿Nos condiciona de una manera concreta tener hermanos o hermanas? Supongo que es natural sentir mayor empatía con alguien de tu mismo sexo. Pero, y si se es hijo único, ¿qué cambia? Se de muchas personas que, teniendo hermanos, han acabado sintiéndose como hijos únicos, o casi, por circunstancias de la vida. Me encantaría oír opiniones de un lado y de otro.



Foto de elefantes de MikonT; la de los cuatro, desconozco el autor (si alguien sabe, que me diga!) vía Kiki Sloane; la de abajo, de Dustin Hoffman por Steve Schapiro.

3 comentarios:

  1. Pues para mí tener una hermana ha sido lo mejor del mundo, aunque eso lo veo con claridad ahora que soy más mayor y canosa, jejejeje. Pero como mi hija tiene un hermano, espero y deseo que tengan una buena relación, al menos que se tengan el uno al otro frente al mundo, que es mi visión ideal de los hermanos, un ancla en este mar de incertidumbres e inseguridades.
    Pero como te comenté y también me comentó mi hermana, no podemos elegir cómo serán ni qué harán con sus vidas, o con sus hermanos. Ellos marcarán su camino y su relación...
    Un besazo! Me encanta la foto de los cuatro sentados, es genial!!

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  2. Ufff, ¡qué va!, no me imagino, ni haciendo fuerzas, mi vida sin hermanos. He pasado toda mi vida riéndome con ellos. Nuestros juegos hasta la adolescencia, junto con mis padres, constituyen mis recuerdos imborrables. En la adolescencia nuestras pequeñas marchas, nuestros conciertos, nuestras excursiones, nuestras primeras parejas,... y luego la experiencia de la llegada de los sobrinos... Los tres tenemos buenísimos amigos pero la complicidad entre nosotros no creo que se pueda conseguir fuera. Sin ninguna duda yo afirmo que mi vida ha estado y estará influida por saber que tengo al menos dos incondicionales (4 con mis padres) y me encanta fomentar en mis hijas ese apoyo y ese sentimiento de plenitud que aporta el tener un hermano. Saludos. Mabel.

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  3. Recuerdo perfectamente la conversación. Que gran dilema lo de darle un hermanito a la peque! Te leo siempre, aunque no comente mucho últimamente. Un beso muy fuerte desde Pamplona.

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