12 de junio de 2013

Las formas (sin reglas) del compromiso

Un par de minutos después de apuntarme al evento organizado por Madresfera y la revista Yo Dona, llamé a mi buena amiga Ana para contárselo. Ella sigue viviendo en Barcelona y, aunque confieso que no suelo echar de menos nada ni a nadie- no es porque sea una persona terrible, simplemente me adapto con facilidad a los cambios- sí añoro de vez en cuando nuestras charlas sobre lo relevante e irrelevante de la vida de una treintañera. Horas divagando por territorio comanche y descubriendo, también, cómo ser mejor persona y cómo conocerme mejor. Ella me ayuda a conseguirlo, sí.


Es tan buena amiga que se apuntó a pasar un día completo en un auditorio lleno hasta los bordes por 300 madres blogueras, cuando ella ni es madre ni es bloguera. Cualquier cosa por vernos y pasar unas horas juntas. El domingo, tras descansar nuestros cerebros derretidos de absorber tanta información valiosa, tocaba el turno de divagar. Y así lo hicimos, juntándonos además con la prima de mi madre, que vive en Madrid y cuyos consejos son puro oro.

Hablando con ellas, me di cuenta de algo sobre lo que he escrito ya algunas veces aquí en el blog. Para mi no hay nada como oír a otros hablar de su percepción del amor, para entender mejor la mía propia y comprender aún más a mi pareja, incluso, aprender a compartir emociones que desconocía. Oyéndolas  adiviné que en una relación amorosa, el compromiso puede presentarse de muchas maneras diferentes. Para algunos, el compromiso viene en forma de boda a lo grande; para otros, en forma de boda tímida (o íntima, como las suelen llamar); para otros, un post-it donde se prometen cómo va a ser su unión hasta el final (¿no visteis ese episodio de Grey's Anatomy?); otros lo sellan con un anillo y sin papeles; otros con un hijo; otros sin decir nada y sobrentendiendo lo que ocurre entre ambos día a día.

"Quiero vivir momentos que recordar", dijo Ana. 

Se me ocurre que somos unos cuantos (porque no creo que esté reservado sólo a unas cuantas, en femenino) para los que el compromiso es la pasión. Quiero decir, el pacto de que la pasión no desaparezca es el verdadero contrato de amor. Que a lo largo de nuestros días sucedan "momentos que recordar" con cierta frecuencia se me antoja una vida maravillosa. Y no me refiero a grandes cosas: Sí podía ser un viaje corto, pasando la noche fuera sin previo aviso, o un anillo sin boda... Pero también esos instantes tan sencillos, como que tu chico recuerde traerte un vaso de agua cada noche a la mesilla; o tu mujer haga café por las mañanas aunque ella no tome café; una tira de foto-matón junto a nuestro bebé colgando del espejo; parar el coche junto a su oficina y perder diez minutos de tu corto tiempo para trabajar en acudir a darle un beso rápido; cogerle infraganti mientras te mira sin poder apartar la vista de ti...


El domingo, Juan y yo nos cruzábamos volando. A la misma hora yo volvía de Madrid y él viajaba a Barcelona. Estaremos sin vernos hasta este próximo sábado por la noche. Él viaja con mucha frecuencia por lo que estamos más que acostumbrados a estas separaciones de dos, cinco o diez días seguidos. Al bajar del avión de vuelta, caminaba por el pasillo del aeropuerto arrastrando mi maleta en dirección a la salida, cuando oí la voz de Juan llamándome. Extrañada, miré hacia todos los lados posibles y, de repente, ahí estaba, un piso más arriba, asomado desde un muro mirándome entusiasmado. Su vuelo se había retrasado media hora y mientras, los pasajeros iban ya embarcando sucesivamente en el avión que lo llevaría a Barcelona, él estiraba el tiempo, rogando que mi avión llegara antes de que el suyo despegara para poder vernos aunque fuera un minuto.  Incluso ahora, tecleando estas líneas, aún me conmueve recordar sus ojos brillantes y su cara llena de emoción y ternura por haberlo conseguido. No puedo describir lo romántico que fue, ahora imaginando cómo se nos veía desde fuera, él tres metros más arriba y yo abajo, parados entre la multitud, con sonrisas que se salían del contorno de nuestros rostros, felices por haber tenido tanta suerte y diciéndonos lo más bonito que se nos ocurría en ese momento. Sesenta segundos después, salió corriendo hacia la puerta de embarque para entrar el último.

Para mi, instantes como esos son los que dan forma a un compromiso.

Tras el fin de semana, llegué a casa con el alma aireada. Y, gracias a un minuto robado in extremis, con el corazón lleno de amor.

No hay comentarios:

Publicar un comentario

Related Posts Plugin for WordPress, Blogger...