Si pasasteis por mi facebook ayer, veríais que a primera hora de la mañana tenía cara de payasa trasnochada, un virus o un mal de ojo lleva un par de días volviendo loco a mi organismo. Pues lejos de mejorar, desde anoche la cosa se ha vuelto bíblica. Pero resisitiré! Soy más o menos, así de fuerte!
Sin embargo, no me importa pasar malas rachas porque cualquiera de ellas, ya involucren la salud, el dinero, la amistad o el amor, me hacen crecer y recordar situaciones tanto mejores como peores, lo que me da una nueva oportunidad (una de tantas, tantas) para valorar lo que tengo hoy, ahora. Y eso, me gusta.
Hace un ratito que he dejado a Teo durmiendo la siesta. Hoy, precisamente hoy, es el día que ha escogido para no dormirse en su cunita tranquilamente, como hace a diario, y "pedirme" mediante lloros desconsolados que lo durmiera en mis brazos. Estoy débil, mareada, con vómitos, y este gordito va pesando mucho ya... pero me he sentido afortunada por poder disfrutar de ese instante, sintiendo a mi pequeño completamente relajado y tranquilo entre mis brazos, notando su respiración en mi cuello. Ha sido entonces cuando he recordado las incontables veces que lo he dormido en brazos desde que nació, los kilómetros que debo haber caminado dentro de su dormitorio acunándolo durante más de una hora cada siesta y cada noche, las contracturas musculares como consecuencia de esos ratos, las decenas de canciones distintas que probé a susurrar, las caricias en mejillas y cuello, los besos suaves para calmar su llanto... Tanto vivido junto a él que pasa, y tan rápido, y parece que queda en un falso olvido, semioculto por las nuevas etapas que alcanza. Mi pequeñito se hace grande y autónomo, y no quiero olvidar todo lo que hemos pasado juntos, aunque él nunca llegue a recordar que lo pasamos.
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