9 de julio de 2013

Mi truco para ser una madre sosegada


En conversaciones privadas con algunas de mis amigas, no han sido pocas las veces que me han preguntado cómo hago para estar siempre tan tranquila. Aunque nos ataca a hombres y mujeres por igual, parece ser que nosotras estamos algo más predispuestas a nivel hormonal que ellos a sufrir ansiedad y estrés, y horror de horrores, a dejar que nos domine. Nota: en nuestra defensa voy a decir a) no elegimos nuestra condición hormonal maldita y b) nos ocupamos de un 120% más de tareas cotidianas. Que nadie se ofenda; sabéis que es verdad. Y, como madres, ni empiezo a contar!

Me han dicho de todo: "no entiendo cómo no estás cabreadísima", "eres mi gurú zen", "sólo oírte hablar me relaja los nervios", y más. Lo curioso es que no se si de verdad soy así. No del todo, al menos. Me ven más tranquila de lo que yo me siento. Por eso sigo trabajando y trabajando para hallarme cada vez más cerca de ese estado que ellas describen al mirarme. Cuando lo alcance, quizás se duerman directamente al oírme hablar ¿no? (Ops, acabo de caer en la cuenta de que esto ya le pasa a Juan y a mi madre... En serio, a veces les estoy contando algo y se les cierran los ojos!! :O No se si tendrá que ver con mi paz interior o con mi tema de conversación, hmm.)

Pero no siempre fui de esta naturaleza. O tal vez sí, pero no la dejé salir a flote por presiones sociales en la adolescencia e inseguridades propias a raudales. Por una serie de circunstancias que viví durante los últimos años de la pubertad y los primeros de mi vida adulta, sumado a lo extraordinariamente sensible que siempre he sido, inicié casi sin darme cuenta la búsqueda de un sosiego necesario que encontré rápida y lentamente a través de prácticas arraigadas en otras culturas, implantándolas en mi día a día como rutinas saludables temporales y permanentes. Aprendiendo y mejorando poco a poco, trece años después de mi primer contacto con la meditación y otros hábitos, me siento una persona completamente diferente a aquella muchachita indecisa. He ganado en confianza, serenidad, bienestar y salud hasta un punto que nunca imaginé y, más importante todavía, casi sin advertir el cambio mientras se producía. Pero lo más significativo es que, con el tiempo, he conseguido que pocas cosas me afecten negativamente, aprendí a quitar importancia a tanto, a volverme sorda ante conversaciones que no me hacían ningún bien, a desvincularme de personas y situaciones que restaban en vez de sumar, a pasar página y dibujar la mía propia sobre la que me encuentro en blanco. Me queda mucho camino por recorrer, pero de momento, sigo plácidamente andando hacia adelante y sin prisa. 

Como decía en las primeras líneas, me han preguntado a menudo cómo lo hago. Os aseguro que no tengo nada de especial, así que, para quien le pueda servir, voy a compartir dos de mis rutinas, fáciles de incorporar a la agenda diaria y con unos beneficios asombrosos. 



La meditación es una de las mejores cosas que he podido descubrir. Muchas personas creen que es dificilísimo de conseguir, pero no tanto. Una vez, estando en un grupo de prácticas, dos chicas contaban que les resultaba imposible concentrarse en "nada" y dejar la mente en blanco para alcanzar el estado que se suponía las liberaría de tensiones y, que no alcanzarlo, les generaba mayor estrés aún. Les dije que mi truco era concentrarme en la respiración, dentro... fuera... dentro... fuera... y que cuando una preocupación irrumpe en mi pensamiento, ya sea que tengo que comprar pañales en el súper o algo verdaderamente importante, me digo mentalmente a mí misma: "sólo tengo que seguir respirando". Y expulso todo el aire fuera, para volver a enfocar toda mi atención al ritmo de mi respiración, dentro... fuera... dentro... fuera...

Así, enseguida vuelvo a concentrarme, no pensando en nada, y meditando durante largo rato. 

Este método de sólo tengo que seguir respirando lo aplico cada vez que se me presenta una situación agitada, estresante, incluso de las que pueden conducir al pánico. Me concentro en que nada es tan grave, pues para seguir adelante, como humana que soy, sólo tengo que seguir respirando. Y ser consciente de ello, hace que el ritmo baje inmediatamente, llevándose bien lejos la ansiedad que asomaba por la esquina.

Intento meditar a diario. Lo ideal para mi es hacerlo un rato por la mañana al levantarme y otro por la noche antes de dormir, en la cama ya acostada. Esto lo mantuve incluso cuando estaba embarazada, y estoy prácticamente segura de que influyó positivamente en el carácter de Teo, que es un niño bueno, curioso, alegre y tranquilo desde bebé. Ahora, con las tareas de ser madre, no siempre puedo hacerlo cuando quiero pero encuentro el hueco, porque lo busco; a veces ocurre en el cuarto de la lavadora, tras poner una. Es lo que hay! La meditación de la noche la acompaño siempre de pranayama, una técnica de respiración de yoga. Consiste en respirar con el abdomen, el diafragma y los pulmones en tres fases distintas, llenando así toda la cavidad de aire. Yo lo hago de esta manera concreta:

. Acostada boca arriba, con los brazos estirados a los lados del cuerpo, o con las palmas una encima de la otra sobre el centro del tórax (anahata chakra o chakra corazón), trato de concentrarme en el ritmo libre de mi respiración, haciendo bajar su intensidad, cada vez más lenta y sosegada.

. Una vez conseguido, comienzo con el pranayama haciendo cinco respiraciones (inspirar y espirar cuenta como una) llenando con el aire el abdomen. 

. A continuación, otras cinco en el diafragma, expandiendo las costillas. 

. Por último otras cinco arriba, ya en los pulmones, llenando toda la cavidad torácica hasta los hombros.

. Tras las quince respiraciones, finalizo con otras cinco en las que, al inspirar, dosifico la respiración para que sea suficiente para llenar las tres partes que he llenado antes por separado, abdomen, diafragma y pulmones. Inspiro un poco llenando abdomen. Paro. Sigo inspirando llenando el diafragma guardando aire para lo que me queda aún. Paro. Termino de inspirar llenando los pulmones. Paro. Exhalo. Repito cinco veces. Y en la última, al final de todo, bien llena de aire, lo aguanto dentro todo el tiempo que puedo. Hacer el ejercicio es muy interesante porque ayuda a aprender a conservar la calma en esa situación y extendiéndose el efecto, así, en otras del día a día. La cuestión es que, cuando creo que ya no aguanto más y debo exhalar, sí que puedo más, y aguanto otro poquito, y aún otro poquito, invadiéndome una agradable calma al comprobar que puedo controlar la situación. Y sorprendiéndome de mi capacidad para hacerlo.

. Después sólo queda exhalar y respirar libremente. Caigo en profundo sueño enseguida y nunca he sido, precisamente, de esas que se quedan dormidas antes de decir "ches" mientras doy las buenas noches.


Deberíais probarlo. No perdéis nada y podéis ganar mucho, creedme. Los beneficios de la meditación son muchísimos, os sorprendería saber hasta qué punto nos puede beneficiar diez minutos de respiración pausada al día.





(Todas las imágenes y sus fuentes, aquí)

8 comentarios:

  1. Mmmmm ...en la familia hay alguien que adormece cuando habla,...debe ser hereditario.
    Muy didactico el post. Son conocidas por quienes la practican los beneficios de la meditación. Habrá que intentarlo.
    Remua

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  2. mi mamá también se duerme con mi voz aterciopelada... y luego jura q me está escuchando!!!

    yo no medito pq en casa siempre han dicho q nací cansada así q voy con caaaaaalma por la vida, jijiji XD

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    Respuestas
    1. jajaja! eso decíamos de mi hermano también! M madre tb jura que me está escuchando pero acaba reconociendo que se duerme y me dice que soy un rollo!

      Un beso

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  3. Qué chulo el blog y los cómics! De haberlo conocido antes te habría incluído entre los premiados!!
    Gracias por pasarte y dejar mensajes!

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    1. Muchísimas gracias!!! Y gracias a ti por venir por aquí.

      Besos!

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  4. Efectivamente todo es ponerse!

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