2 de mayo de 2013

Si los hombres vienen de Marte, las mujeres venimos del lugar que queda más lejos de Marte


Hace varios meses que vengo sintiéndome muy consciente de lo diferentes que somos hombres y mujeres. A diario me encuentro en situaciones que lo dejan más patente, y a ello se suman las historias que llegan a mis oídos y ojos a través de mis amigas mujeres, amigos hombres, series de televisión e internet. A Juan no le gusta que diga esto, que los dos géneros somos demasiado dispares y que no se cómo podemos hacer que una relación de pareja llegue sana y salva hasta viejitos sin matarnos antes por el camino o sin que uno de los dos muera anulada/o. Que por mucho que ames al otro, por muy tranquilo de espíritu que seas, aunque nunca discutas, seas realmente comprensivo y creas de veras que "hablando- y no gritando- se entiende la gente", aunque medites con las piernas hechas un nudo cada mañana y cada noche y admires cada centímetro del cerebro y el cuerpo de tu media mandarina, el esfuerzo que ambos hemos de hacer para que la aventura en la que nos embarcamos al conocer a nuestro amor "eterno" funcione y llegue a la meta, a veces creo que es demasiado pedir. Y a él le disgusta que lo diga, porque cree que nosotros sí podemos y no quiere pensar en lo contrario. Lo entiendo. Y mírame, no sólo no me detengo en seguir diciéndolo sino que lo escribo aquí, a los cuatro vientos. ¿Lo veis? Desiguales.

Tal vez este pensamiento no esté tan silenciosamente generalizado en las mentes de casi todos, pero sospecho que sí.  Siendo honesta, estar en pareja es maravilloso, la mayor parte de los detalles cotidianos se vuelven más interesantes si tienes la suerte de compartirlos con alguien que consideras especial; qué decir de los momentos espectaculares o de los más trágicos. Tener un hombro en el que llorar o unos brazos a los que saltar de alegría, no tiene parangón. Sin embargo, soy defensora de que estar sin pareja también puede ser fabuloso. Dicen que somos animales sociales, que el ser humano está concebido para estar en grupo. Puede ser, y será. Pero existen ocasiones que se disfrutan más estando solo, momentos en que no deseas conversación ni los ruidos de la compañía, instantes que necesitas vivirlos en soledad y aprender de ellos, retos que nadie más puede- ni debe- ayudarte a conseguir... Circunstancias que a veces se convierten en etapas completas de nuestra de vida. A mi me gusta estar sola, disfruto cada vez más y más del silencio y, bueno, supongo que coincido con la mayoría de las madres de niños pequeños: los momentos a solas se han convertido en un verdadero lujo.

Por lo que he podido ver, oír y experimentar, que hombres y mujeres nos entendamos y funcionemos como pareja pasa por trabajar hasta el infinito las capacidades de ponernos en el lugar del otro, la de callarnos a tiempo, la de tener mano izquierda y la de ceder. Y, sobre todo, recordar cuánto nos une. No suena mal del todo, pero el inconveniente es que, con frecuencia, suele ser el mismo o la misma el que pone mayor empeño y el que acaba asumiendo sacrificios continuamente. Este desequilibrio permite que uno se realice, entonces, más que el otro, y asumo que ocurre precisamente por lo diferentes que somos, las maneras tan distintas de ver las situaciones y los caminos tan dispares que somos capaces de divisar para alcanzar los objetivos. Pero no deja de ser poco justo.

¿Qué pensáis vosotras/os? ¿Hombres y mujeres cedemos por igual? ¿Pensáis como yo que somos muy distintos o, al contrario, que no lo somos tanto? ¿Creéis que el problema es la diferencia de género o tiene que ver más con el carácter, independientemente de que seamos hombre o mujer?

Dejando profundas reflexiones y posibles soluciones (si es que existen), para demostrar lo que digo en estas líneas, y también por diversión, mirad estos dos vídeos. El primero es la versión corta subtitulada de la campaña de Dove que seguramente ya habréis visto.

 

Y el segundo es una parodia del mismo anuncio, con los hombres como protagonistas. Aunque está sin subtitular, lo que no entendáis durante, lo entenderéis al final...




(Foto del título del episodio 5 de la temporada 6 de Mad Men.)

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