Breves historias de un paréntesis es una serie que comencé hace un par de meses, decidiéndome a compartir por fin algunas de las historias que escribo en mis cuadernos. Éstas, concretamente, narran momentos sencillos del inciso geográfico que estamos viviendo.
Hace dos noches, salía de casa a tirar la basura. Oí la puerta cerrarse tras de mi mientras subía los peldaños que llevan a la acera de baldosas grises y blancas. Tras depositar la bolsa, volví sobre mis pasos.
Hace dos noches, salía de casa a tirar la basura. Oí la puerta cerrarse tras de mi mientras subía los peldaños que llevan a la acera de baldosas grises y blancas. Tras depositar la bolsa, volví sobre mis pasos.
Del restaurante de enfrente llegaron unas notas de jazz a mis oídos; miré en esa dirección, distinguí bombillas cálidas y murmullo de clientes. Sin pensarlo dirigí mis pasos hacia allá, crucé la calle y entré. Supongo que sólo quería escuchar la música mejor, o sentirme reconfortada, elegante y como recién duchada, que es como siempre me hace sentir el jazz.
Según me acercaba, sumé la ilusión de dar un beso a la cocinera, una dama maravillosa con una de las sonrisas más dulces que conozco.
Tras unos pocos minutos allí, supe que debía volver a casa.
Según me acercaba, sumé la ilusión de dar un beso a la cocinera, una dama maravillosa con una de las sonrisas más dulces que conozco.
Tras unos pocos minutos allí, supe que debía volver a casa.
Mientras recorría los pocos metros que me separaban del portal, la brisa nocturna revolvió mi pelo y me trajo el olor del mar.
En el ascensor, miré el brillo de mis ojos en el espejo. Sonreí e imaginé luciérnagas revoloteando a mi alrededor. "Escribiré sobre esto", me dije.
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Las cosas corrientes me parecen siempre las más hermosas. Sé que si miro lo suficientemente cerca, las luciérnagas están ahí, en momentos cotidianos, convirtiéndolos en mágicos.
Muchas gracias por leer mis relatos. Si os apetece, podéis leer otros que he publicado para esta serie aquí.
(Foto de una gaviota volando sobre mi cabeza al atardecer, y de los botes de cristal con velas de te con los que iluminamos las noches en nuestra terraza).
Tienes toda la razón. Seguimos viviendo en una sociedad tal artificial que no nos damos cuenta que la belleza está a nuestro alrededor y no tenemos que buscar fuera ni en otros.Si lo sabes ver la encontraras.
ResponderEliminarRemuas
Sólo hay que obviar lo artificial y mirar lo que siempre, siempre está y ha estado ahí. No es tan difícil. Al menos para mi que soy una romántica sin remedio...
EliminarCarol, es cierto, los pequeños y sencillos instantes de la vida, que a menudo cuesta describir con palabras, son los que llenan nuestra alma y corazón. Sólo tienen que coincidir ciertos elementos, la naturaleza,los sonidos, las personas y los ojos con los que miramos. Besos preciosa luciérnaga
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